El viento soplaba fuerte entre los arboles que se mecían al son de la música que presagiaba la lluvia que se venia arremolinando hace rato por sobre nuestras cabezas. La vida aquí en la ciudad seguía igual…una simple lluvia no haría que el pulso de las calles de la gran capital cambiase…ni siquiera en el sentido del viento haría que las cosas cambiasen en la agitada ciudad.
La escuela ya había acabado por aquel día, y me dirigía a casa por el gran parque por el cual solía acortar camino hasta la estación de trenes, cuando la primera gota rozó mi mejilla.  Revisé en mi bolso pero mi paraguas no se encontraba allí, de seguro lo había olvidado en casa.
-    Boo! – alguien me tomó por los hombros y gritó, haciendo que me sobresaltara. Me di vuelta y allí estaba ella. Su nombre era Sofía. Era un par de años mayor que yo e iba en otro colegio, aunque vivía tan solo a un par de cuadras de mi casa…por lo que solíamos regresar juntas desde niñas, cuando aun asistíamos a la misma escuela.
-    Sofi, me asustaste! – protesté mirándola con falso odio mientras me agachaba a recoger algunas cosas que había tirado por el susto.
-    Lo siento… ¡pero no pude resistirme! – rió mientras me ayudaba a reunir mis cosas. La miré simulando aún más odio. Pero ella bien sabia que yo nunca podría odiarle, ni siquiera era capaz de enojarme con ella. Era mi mejor amiga desde siempre…lo que sentía por ella no lo había sentido nunca por nadie. Era simplemente la persona mas importante en mi mundo  – Pronto comenzará a llover… - comento mirando el cielo, y cerrando los ojos, para sentir mejor las gélidas gotas que caían suavemente sobre su tez blanca.
-    Y si no nos apuramos no llegaremos a casa antes que pase eso! ¡Y no ando con mi paraguas, así que eso sería una desgracia para mí! – dije secando su cara con mis manos.
-    Entonces te iré a dejar. – susurró sacando su paraguas de su bolso y abriéndolo por sobre nuestras cabezas. – Tu mamá me odiará si permito que su bebé se enferme… - dijo mirándome con ojos burlescos.
-    ¡Ya calla y camina! – dije haciendo como si no hubiese oído nada.
Cuando llegamos a la estación la lluvia ya se había declarado y la gente se apresuraba a resguardarse bajo techo antes de que los impetuosos conductores les lanzaran del agua que se acumulaba lentamente a los costados de la calle.
El tren se mecía suavemente sobre los rieles, desplazándose a toda marcha hacia las estaciones  siguientes, mientras la lluvia envestía con aparente furia las ventanas que dejaban ver la ahora triste y apagada silueta de nuestra ciudad que se dibujaba entre las luces de la iluminaria que comenzaban a encenderse una tras otra, a medida que la luz se iba consumiendo allá tras el horizonte.
Cuando ya casi llegábamos a nuestra estación sus dedos se deslizaron entre los míos y me sujetó fuerte, para no perderme entre la multitud de gente que salía sin mayor cuidado del vagón.
-    Estás fría como el hielo…susurró mientras sacaba algo de su bolsillo – Ven! Vamos por un café, de seguro eso te hará bien. – dijo sonriéndome, tirando de mi mano mientras abría el paraguas nuevamente, para aventurarnos fuera de la estación.
Me llevó a un local por el cual siempre pasábamos, que siempre estaba rodeado de un delicioso y dulce aroma a café, llamando siempre la atención de los transeúntes que pasaban apurados por fuera de sus ventanas amplias que dejaban ver la hermosa decoración que exhibía en su interior.
-    ¿Estás segura que podemos venir aquí? Parece un lugar muy…caro… - susurre sintiéndome incomoda entre esos sofás de cuero color chocolate y esas mesas bajas de vidrio y metal, que parecía que se quebrarían con el más mínimo rose.
-    No te preocupes! Con mi mamá solemos venir aquí de vez en cuando…además yo te estoy invitando...así que no empieces con tus cosas. – dijo poniendo un dedo sobre mis labios y poniéndose seria.
Ella vivía sola con su mamá quien había criado sola a su hija, pues su padre las había abandonado cuando mi amiga era tan solo una pequeña de unos siete años…pero su madre era una mujer exitosa en el mundo de la moda, y había sabido salir adelante junto a su pequeña. Era realmente una mujer extraordinaria su madre…yo siempre le había admirado, aunque, claro, nunca se lo había comentado a Sofía.
Pronto nuestra orden estuvo en nuestra mesa: dos capuccinos, un pastel de fresa y un kuchen de arándanos, ambos con una presentación digna de una portada de revista. Sonaba Creep  de Radiohead, de fondo…el tiempo parecía detenerse ¿Acaso no podía ser un momento más perfecto?  “You’re so fuckin’ special…” esa frase retumbaba en mi mente cuando Sofía se me quedó mirando.
-    ¿Qué? – pregunté extrañada.
-    Tienes un poco de crema en tus labios… - susurro quitándola con su boca. Sentí como la sangre se agolpaba a mi cara. ¿Acaso realmente me había besado?  Si esto era un sueño, no quería despertar…y que esa cafetería fuese mi mundo por siempre, mientras ella estuviese a mi lado.
La luz del día se había extinguido cuando por fin llegamos a la puerta de mi casa. La chimenea humeaba alegremente y las luces se veían encendidas allá adentro. De seguro mamá estaba preparando algo en la cocina.
-    Bueno, he aquí la señorita sana y salva y libre de humedad más allá de sus calcetines! – bromeó dándose mirándome mientras yo buscaba mis llaves.
-    ¿Quieres pa… - mi frase quedó perdida en el aire…o mas bien dicho entre sus labios que sorpresivamente besaron los míos en el más dulce beso que nunca antes había recibido.
-    Te quiero… - susurro acariciando mi mejilla y mirándome a los ojos. Sentí que me perdía en su mirada…en esos ojos claros que siempre brillaban tan alegremente…Antes que reaccionara y comprendiese totalmente lo que había pasado,  ella dio media vuelta y corrió en sentido hacia su casa…mientras yo me quede allí, inmóvil como una estatua viendo como se perdía al girar en la esquina. Mi corazón palpitaba fuerte, no me importaba estar empapándome allí como una idiota ¿Era acaso esto un sueño?

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